Poder y ambición: Emociones Compartidas: Carlos López Gutiérrez de Velasco.
Lucha por el poder. Eso es todo lo que es la disputa por hacer o no hacer la Superliga europea. Ciertamente, la FIFA y la UEFA no quieren perder todo lo que tienen; pero los clubes no buscan algo menor a eso.
Sí, todo muy bien con Barcelona, Real Madrid, Inter de Milán y todos los grandes europeos en el barco de la Superliga que estarían enfrentándose mucho más seguido de lo que estamos acostumbrados. Y, dicen, eso es lo que quiere ver la gente. Cada semana un choque entre titanes. Pero a mí lo que me preocupa es lo que va a suceder con los clubes menos protagonistas, los chiquitos, los del pueblo.
¿Qué va a pasar cuando lo espectacular sea lo habitual y entonces las ligas domésticas pierdan gran parte del poco atractivo que les queda? ¿Cuánto pasarán a valer los derechos de transmisión de los campeonatos nacionales? ¿Cómo harán, entonces, los equipos de la segunda mitad de la tabla para mantenerse competitivos con cada vez menos recursos mientras los poderosos tienen el control total y se fortalecen más cada día que pasa?
Ni siquiera es justo deportivamente, porque incluso si viéramos un unicornio deportivo, como el Leicester City en 2016, no les alcanzaría más que subirse al tercer escalón de la Superliga. Y una pésima temporada de un fijado en el grupo más alto de la nueva competición europea, no bajaría pese a tener una pésima temporada liguera.
Por todo lo que implica, un modelo como el que propone la Superliga inevitablemente acabaría en lo que es, al menos para mí, un escenario fatídico: el adiós al fútbol global como lo conocemos y desechar la oportunidad e ilusión de competir. Sería un nuevo deporte: uno de los poderosos para los poderosos, donde es este grupo selectivo y no una organización mayor, quien decide a los que son dignos de entrar y/o de salir.
Usé la palabra ilusión, porque es mentira que realmente cualquiera puede competir. O es, al menos, sumamente improbable. Los poderosos son las estrellas de la historia y sólo ellos se disputan el título en cada certamen. La puerta es chiquita y es muy difícil hacerse un espacio. Sin embargo, la esperanza de la posibilidad es lo que mantiene vivo al deporte. Es el combustible de los milagros futbolísticos que recordamos con tanto cariño y que con tanto anhelo esperamos ver nuevamente. Todo eso se esfumaría.
Además ¿qué sería del fútbol sin todos aquellos equipos que sabemos que muy probablemente nunca lleguen a una final de Champions League, pero que le dan color a las ciudades que llenan de banderas, cánticos y unión entre personas sin relación aparente?
Quieren hacer que el fútbol sea la NBA, donde juegan exclusivamente los mejores contra los mejores.
Y la NBA es fantástica, pero no tiene nada que ver con el mundo del fútbol.
Que no se les olvide nunca que el fútbol es lo que es porque se juega igual en Alemania y en Egipto. The beautiful game.
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