La tradición de los organilleros, a quienes era común observar tocar música para los transeúntes en la Ciudad de México, llegó a Veracruz hace aproximadamente dos décadas.
Hoy es familiar observarlos en el centro de la ciudad y otros puntos, deleitando con las melodías que salen del organillo, a la ciudadanía porteña.
José Luis, originario de la Ciudad de México, accede a contar a EL DICTAMEN, que su llegada a Veracruz se dio hace 13 años.
En sus inicios como organillero lo hizo al lado de su abuelo en la salida del metro Bellas Artes.
A la muerte de su abuelo se quedó un tiempo en la CDMX, después emigró a Puebla y hace más de una década llegó a esta ciudad portuaria de Veracruz.
“Afortunadamente la gente de aquí nos recibió muy bien, nos da cooperación y ello nos permite sobrevivir y llevar el sustento a nuestras familias”, comentó.
Junto con otro compañero, recorren la Avenida Independencia, 5 de Mayo, algunos cruceros, el exterior de plazas comerciales, para exponer las melodías con el sonido particular y melancólico que emana del organillo, tradición que, expone, ya existía desde tiempos de la Revolución.
Relató que el instrumento lo alquilan en cien pesos diarios, y en promedio les quedan ganancias de alrededor de 300 pesos diarios “a veces más y otras menos”.
Los organilleros llegaron a Veracruz hace aproximadamente dos décadas
“A la ciudadanía le agrada ver y escuchar al organillero, y es satisfactorio ver cuando se acercan los niños y los jóvenes a darnos unas monedas, aunque cooperan personas de todas la edades”, confió José Luis.
El en su organillo trae música contemporánea, de José José, Roberto Carlos, por ejemplo, la cual se reproduce al girar la manigueta que internamente hace girar también el cilindro y el rodillo que reproducen las notas.
Revela que hay rodillos de 24 notas, 33, 66 y 72 notas, que definen la cantidad de melodías a reproducir.
Durante la charla, el organillero recibió en su cachucha que le sive de “bote recolector”, no solo monedas, sino también algunos billetes.
Está a punto de cerrar la tarde, su jornada inició a las 10 de la mañana y concluye a las 8 de la noche, unos minutos más que le dan tiempo para reproducir “A mi manera”.
Por Rubén Licona Vázquez
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