Una investigación publicada por CNN en español señala el origen del peligro de extinción de la vaquita marina, se debe a la caza del pez totoaba, una especie protegida en México.
La totoaba mexicana, un pez similar al róbalo, posee una gran buche que es muy codiciado entre la élite de China.
Esta especie de pez solo se puede encontrar en una pequeña área del Mar de Cortés en México, cerca al pueblo de San Felipe, a 193 kilómetros de la frontera con Estados Unidos.
La gran demanda de un producto suele generar corrupción. Eso es lo que sucedió con la totoaba en San Felipe.
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La corrupción quedó expuesta durante una mañana de 2014. Samuel Gallardo paseaba con su familia por la costa cerca a San Felipe, cuando alguien en un vehículo que conducía por ahí le disparó y lo mató. Los vecinos y pescadores locales revelaron después que Gallardo había estado muy conectado en el poderoso cartel de Sinaloa.
Gallardo había comenzado una nueva empresa. Él y un grupo de personas de la región utilizaban sus conocimientos sobre el tráfico de narcóticos para transportar los buches de totoaba por la frontera de Estados Unidos y, eventualmente, a China. Con el asesinato de Gallardo llegó el fin del secreto. Él había participado en un negocio multimillonario y ahora todos querían formar parte de él.
Después del asesinato de Gallardo, los pescadores locales se dieron cuenta de que estaban frente a una mina de oro. En un día cualquiera, podían obtener entre 5 y 10 dólares por cada kilo (2,2 libras) de camarón. En México, un kilo de buche de totoaba alcanza a venderse hasta por 8.000 dólares. Los buches completos pueden comercializarse por 250.000 dólares cuando llegan a China. Los precios del buche de totoaba pueden variar significativamente dependiendo del tamaño, la edad y la calidad.
La especie era cosechada por los pescadores locales y por las redes de crimen organizado.
Según un oficial del ejército mexicano, las organizaciones ilegales llegaron con “redes establecidas, rutas, contactos, puntos de venta y patrocinadores”.
La condición protegida de la totoaba prohibía su pesca, pero las aguas en San Felipe eran escasamente patrulladas.
El final del frenesí pesquero en San Felipe se le atribuyó a un mamífero marino llamado vaquita marsopa.
A medida que más y más pescadores descendían a las aguas de San Felipe para recoger la totoaba, sin querer comenzaron a capturar las vaquitas con sus redes de pesca. La población de la ya poco común especie era arrasada por el comercio de la totoaba.
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Las vaquitas continúan ahogándose entre las redes de pesca. En 2017, se encontraron cuatro de ellas muertas. Además, las estimaciones recientes indican que el número de sobrevivientes podría haber descendido a cerca de 20.
La gente en San Felipe observa que su pueblo desaparece y hace un balance de lo que la fiebre por los buches de la totoaba dejó.