Kirk Douglas no era solo un actor; era el símbolo de un mundo extinto.
Bastaba su presencia para recordar un Hollywood del que apenas queda rastro tras su muerte el miércoles a los 103 años.
El estrellato de Douglas es el que emergió en el Hollywood de la posguerra. Se podía haber acomodado en papeles de galán más o menos relevantes, pero si hay algo que caracterizó su carrera fue un instinto voraz para las historias que aspiraban a ser algo más que entretenimiento.
Puntilloso y perfeccionista, su decisión más audaz fue tomar las riendas de su carrera y, adelantándose a futuras generaciones de actores deseosos de ser dueños de sí mismos, hacerse productor.
En 1955 fundó su propia empresa, llamada Bryna en honor a su madre.
Las mejores películas de Kirk Douglas
El gran carnaval (1951), de Billy Wilder, se estrenó en 1951, y fue una obra maestra pero un rotundo fracaso, “veneno para la taquilla”, en palabras de su director.
Con Minnelli rodaría otras dos películas: El loco del pelo rojo, sobre Vincent Van Gogh, y Dos semanas en otra ciudad. El cineasta diría después que aquellos tres trabajos se contaban entre los más gratificantes de su larga carrera.
Espartaco es de sobra conocida. Douglas le dedicó un libro, Yo soy Espartaco, al asunto. El relato, sin embargo, tiene diferentes versiones.
Duelo de titanes (1957), aquel wéstern de John Sturges que acababa con un whisky en la mano y una partida de póker, símbolos de la épica de un tiempo que hoy, tras su muerte, parece definitivamente cosa del pasado.
Pese a distintas nominaciones a lo largo de su carrera, Kirk Douglas, jamás recibió un premio de la academia sino hasta 1996 cuando fue reconocido con un Oscar Honorífico.
Con información de Agencias
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