Estoy sin palabras. Cuánto dolor habita en esta película en donde vivimos el sufrimiento de una mujer incansable que lucha por encontrar a su hija desaparecida, de la cual la policía no le sabe decir nada y por lo que corre un riesgo enorme al grado de sentirse amenazada y desprotegida, y en el camino perdiendo inocentes quienes su único objetivo era hacer el bien y apoyar a quienes no reciben lo que desean: respuestas.
La película dirigida por Natalia Beristain nos invita a experimentar miedo, desesperación, angustia y ese “Ruido” interno que no nos deja en paz, en un camino donde los sonidos ya no se perciben y en el que cada día que pasa se siente más la pérdida, donde la razón ya no existe y en el que cala por completo saber que el gobierno jamás hará algo y donde la búsqueda se siente tan necesaria para tratar de estar un poco en paz.
Julia es una madre, o mejor dicho, una de las muchas madres, hermanas, hijas, colegas, que han visto sus vidas destrozadas por la violencia generalizada en un país que libra una guerra contra sus mujeres. Julia busca a Ger, su hija. Y en su búsqueda, irá tejiendo las historias y luchas de las diferentes mujeres que conocerá.
“Ruido” nos brinda una intensa actuación de Julieta Egurrola como esa madre que desgraciadamente juega con fuego al hacerse presente para hacer el trabajo que otros no hacen, y en su camino encuentra un ángel, una reportera interpretada por una excelente Teresa Ruiz, que a mi punto de vista es la que más trabajo me cuesta aceptar su final debido a la injusticia que su personaje sufre en propios ojos de la protagonista, claro ejemplo de ese miedo que existe en la actualidad en México, una impotencia tan cruel como no lo podemos imaginar, una luz que se apagó pese a ser fiel seguidora de la ayuda.
Este es un viaje al horror y logramos en totalidad empatizar con el drama de una mujer a un grado de conmocionarnos y sentir un fuerte nudo en la garganta. Una película que muestra la rabia y el amor, que invita a no tener miedo de los lobos ni de los leones, ni de los peores depredadores, porque ya han quitado mucho, ya han desaparecido a las nuestras, las tuyas, las de muchos, y es momento de dejar de correr y vivir.